Cedro

viernes, 30 de enero de 2015

Como un muerto

En los ojos del venerable Maestro, se podía ver la serenidad de quien nunca se había alterado por las alabanzas, ni por los vituperios recibidos.

Y para mostrárselo a su discípulo más avanzado, lo llamó y le dijo:
Ve al cementerio, y con todas tus fuerzas, vocifera todos los halagos que sepas a los difuntos.

El discípulo fue al cementerio, donde había una calma total, que se vio interrumpida por los elogios que comenzó a gritar el pupilo.

De regreso ante el Maestro, éste le preguntó:
¿Qué te respondieron los fallecidos?

Nada. —Contestó el discípulo.

Entonces, el Maestro le ordenó:
Pues ve otra vez al cementerio, y grita todos los insultos que se te ocurran a los enterrados.

El discípulo volvió al cementerio, y pregonando toda clase de ofensas, alteró otra vez, la paz de aquel lugar.

Y de nuevo el Maestro, le preguntó:
¿Qué te contestaron en esta ocasión?

Absolutamente nada. —Respondió el discípulo.

Finalmente el Maestro sentenció:
Esa debe ser tu actitud, como un muerto, frente a alabanzas y vituperios.

Moraleja: de lisonjas y agravios, no hace caso el sabio.



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