En
presencia de los discípulos y otras personas que le escuchaban, Buda
fue insultado por un adversario que lo siguió injuriando en todo
momento.
Ante
los improperios, Buda permaneció en silencio y no dejó de sonreír
al individuo, que seguía lanzando sus ofensas. Alterado por la
difamación, uno de los discípulos, le dijo a Buda:
—Maestro,
te insulta injustamente este hombre y no paras de sonreír, sin
perder la serenidad. ¿Cómo es posible que no te afecte?
Y
Buda respondió:
—Muy
fácil, cualquiera puede insultarme, pero sólo me afectará, si es
cierto lo que dice o si yo quiero recoger el insulto. Es como un
regalo envenenado, puedes cogerlo y dejar que te afecte, o no
recibirlo.
Moraleja:
consejo es de sabios, perdonar injurias y olvidar agravios.
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