Perdido
el hombre, por casi todos los vicios que atormentan el alma, caía
una y otra vez en los mismos de forma irrefrenable.
Ante
la intención de avanzar en su estado autodestructivo, fue a
consultar con un sabio, al que preguntó:
―¿Cómo
puedo dejar las malas costumbres? Quiero abandonarlas, pero tienen
más poder que yo.
Y
el sabio le respondió con un ejemplo:
―Tu
tienes una sed continua, e intentas saciarla con sal. Deja de comer
sal y dejarás de estar sediento.
Moraleja:
quien un mal hábito
adquiere, esclavo
de él vive y muere.
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